Cuando uno decide poner un negocio y convertirse en empresario, comienza a ver las cosas de otra manera, desde una óptica diferente, desde el otro lado del escritorio. Sucede lo mismo que cuando uno ya es padre y comienza a corregir a los hijos y a vivir por ellos.
Uno entiende todo lo que prodigaban nuestros padres y es ahí cuando comprende los cuidados excesivos, las prohibiciones y le encuentra sentido hasta los castigos.
Cuando uno empieza su transformación en empresario, comienza a entender que no basta con tener una buena idea, ofrecer un buen producto o un concepto diferente de servicio, por más innovador que este parezca.
La realidad nos demuestra que esto no es suficiente y hay que colocar lo que comercializamos. El producto o servicio tiene que ser aceptado por alguien que es el cliente; tenemos que promocionarlo o crear la necesidad y es ahí donde tenemos nuestra primera lección: el marketing.
Para ser empresario no basta solamente colocar nuestro producto o servicio. Comienza la preocupación por cobrar lo que hemos vendido y recuperar con un margen el costo de lo que comercializamos, dentro de un tiempo prudente que nos permita continuar con nuestra aventura empresarial y cubrir las obligaciones asumidas. Es ahí donde tenemos nuestra segunda lección: el flujo de caja.
Si para realizar nuestra actividad empresarial tuvimos la necesidad de recurrir a otras personas que apoyaron en las compras (logística), en el reparto (distribución), prepararon los comprobantes de pago (facturación) o le hicieron el seguimiento a la cobranza (tesorería), el pago por esta labor nos permitirá tener la siguiente lección: la carga de personal.
No podemos dejar de considerar el pago de tributos que gravan la actividad comercial que desarrollamos (impuestos) y adicionalmente a ello, el registro de todas la operaciones y transacciones que hacemos (contabilidad).
El cumplimiento de todo el circuito comercial y la gestión que tuviste que realizar como empresario para cerrarlo te permitirá tomar real conciencia que una cosa es estar delante del escritorio como trabajador y otra estar sentado detrás como empresario.
En otras palabras, una cosa es con guitarra y otra cosa es con cajón.
Afinemos las cuerdas de nuestra guitarra para que el trabajo que realizamos sea siempre de melodías agradables a nuestro empleador si somos empleados. Así, cuando nos toque tocar el cajón (ser un empresario), ya tengamos el ritmo (experiencia) para que nuestra canción (negocio) se escuche en todos lados.
Eso se llama éxito.