Ocupar la gerencia de una empresa o estar al frente de un proyecto nos da la responsabilidad de tomar decisiones, tenemos que decidir todos los días y a cada momento. Muchas de estas decisiones tienen que tomarse en medio de una serie de circunstancias; buenas y de las otras que pueden influir en nuestra objetividad.
Dice un proverbio chino: “Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta”. Quizá nos ha pasado con algunas decisiones que después de un tiempo nos han pesado, pudieron ser otras si hubiéramos mantenido un equilibrio en nuestras emociones.
Pero que tan fácil es tomar decisiones y que estas no se vean perturbadas por algún acontecimiento positivo o negativo, es sencillo, es complicado, es imposible, de que depende. Decidir, si estamos ocupando un cargo de dirección se convierte en parte de nuestro proceder cotidiano, decidir buscando lo mejor para la empresa es una obligación, por lo tanto se vuelve fundamental de que las medidas, indicaciones o disposiciones que proponemos estén basadas en un análisis equilibrado, ecuánime y moderado, no influenciado por un estado de ánimo o situación que nos hagan perder la objetividad y eso en estas épocas de estrés al máximo y tiempos ajustados cada vez es mas difícil.
Difícil pero no imposible, si tratamos de darle la importancia y el lugar que le corresponde al hecho de que una decisión puede trascender y regir los destinos de la empresa o del proyecto.
Por consiguiente se tiene que tomar en consideración:
- Que hay decisiones que por la trascendencia e importancia, se tienen que tomar libres de influencias y agentes ajenos que nos puedan hacer perder la objetividad.
Hablar de decisiones trascendentales se torna en algo relativo y va a depender de cada empresa, del tamaño de la misma y las metas planteadas, por ejemplo: la promoción de un colaborador a una jefatura por una buena gestión; llevados más por la algarabía del momento que por un análisis de capacidades, puede tener en una pequeña empresa, un mayor impacto que en una empresa de mayor envergadura, poner a cargo de cierta área o departamento a alguien que no tiene la preparación, el liderazgo y las habilidades para guiar a un equipo, va causar hasta que la situación ya no de más: un retraso en los objetivos, una pérdida de tiempo y un malestar y desgaste en las relaciones laborales, graficada en la siguiente frase: ”le quedo grande el puesto”. Lamentablemente ahí no acaba la cosa, una vez que se tomen las medidas correctivas y que se enmiende la decisión, aparecerán otro tipo de comentarios: “le debieron dar más oportunidad” o “en esta empresa hay un techo”, siempre la designación a una jefatura va generar comentarios divididos, pero si es incorrecta aparte de tiempo se puede perder algo más.
Muy por el contrario cuando llevados por el mal momento que se suscita por la pérdida de un cliente o un error que va en desmedro de la imagen de la empresa, decidimos “cortar cabezas”, reducir personal o ajustar costos, “con la herida sangrando” si bien es cierto hay que tomar decisiones oportunas, pero decidir más con el hígado que con la razón nos puede llevar a consecuencia de las cuales en el futuro nos podemos arrepentir.
El equilibrio de nuestras emociones garantiza buenas decisiones más que una buena frase debe ser una manera de actuar apelando a la inteligencia emocional, conocimientos de nuestros límites y a una “autorregulación” de nuestra emotividad.
Recuerda que en los momentos de tempestad es mejor mantener la serenidad y ante situaciones extremas que en la empresa nos toque vivir, a veces es mejor al día siguiente decidir.
Toma la decisión con calma, cuando en paz esté tu alma.